por Joe Loizzo

Publicado originalmente en inglés el 4 de junio de 2020.

Cada año a medida que se acerca el verano me siento a escribir algo celebratorio para las graduaciones de nuestros alumnos del programa de psicoterapia contemplativa y otros programas. Pero después de ver el asesinato desgarrador de George Floyd en vídeo, celebrar se siente imposible.

Mientras el coronavirus devasta los EE. UU., impactando desproporcionadamente a nuestras comunidades negras, mulatas e indígenas y revelando disparidades inaceptables en el ámbito de la salud y desigualdades financieras que exponen el racismo estructural de nuestra nación, vemos reafirmarse a la cultura de la supremacía blanca con los asesinatos de Breonna Taylor, Ahmaud Arbery, Tony McDade, George Floyd y los tuits incendiarios de nuestro presidente.

Pero tal como nuestros líderes negros, mulatos e indígenas nos han enseñado, esta embestida aplastante no es nada nuevo. Observar cómo un policía blanco aparentemente corriente apaga fríamente la vida de George Floyd es ser testigo de la recreación de siglos de opresión a sangre fría contra los negros e indígenas de esta tierra, la repetición de un trauma colectivo tan sádico y psicópata como cualquier genocidio de la historia humana.

Cada una de las súplicas ignoradas de George Floyd sería suficiente para hacer añicos cualquier fantasía triunfalista de nuestra nación como reducto de esperanza de la humanidad o refugio global de libertad –como realmente “grandiosa”. Así como las causas profundas del nuevo coronavirus son los siglos de explotación violenta de la tierra y de su vida por parte de una cultura colonial europea destinada a enriquecer a los hombres blancos como yo, las causas profundas de estos asesinatos y de las protestas que los han seguido se encuentran en los siglos de opresión genocida sistemática y de explotación de personas negras e indígenas por la forma más insidiosa y extrema de esa cultura global, aquí mismo en los EE. UU.

Esta es la razón por la cual las personas como yo no podemos simplemente permanecer “neutrales” o “imparciales” — porque la ubicación social de privilegio y poder que se nos ha dado nos hace cómplices del sistema de opresión, especialmente cuando las anteojeras del negacionismo nos encierran en esa posición. Esta complicidad sigue siendo cierta independientemente de cuánto hayamos sufrido personalmente de otras maneras, cuán poco nos identifiquemos conscientemente como “blancos”, o cuán sinceramente hayamos mantenido o trabajado para realizar los valores de la justicia social.

Lo que significa esta complicidad es que al “no hacer nada” o “no tomar partido”, estamos eligiendo por defecto no eliminar nuestras anteojeras de negacionismo, no ver que aceptar los privilegios de ser blancos en nuestro sistema social sin trabajar activamente para desmantelar la violencia racial estructurada en él ES tomar partido y ES suficiente para hacernos cómplices de esa violencia. En otras palabras, si simplemente vivimos como blancos mientras que a las personas de color se les hace daño sistemáticamente, estamos actuando para perpetuar el sistema que las perjudica y apoyando el legado de la opresión, incluso cuando creemos rechazarlo.

Esta es la razón por la cual las personas como yo no podemos simplemente permanecer “neutrales” o “imparciales”

Especialmente después de presenciar los últimos minutos de George Floyd ya no puedo vivir con los beneficios de ser visto y tratado como blanco sin usar cualquier privilegio y poder otorgados por mi posición para alterar y desmantelar el contrato social inmoral que la creó –esa rodilla que lleva siglos presionando el cuello de la América negra, mulata e indígena.

Por lo tanto, este año premiamos el trabajo duro y los logros curativos de nuestros graduados con el corazón roto y un sentimiento de urgencia sobre el mundo que compartimos. Y también con una llamada a la acción para que como individuos y como comunidad nos unamos solidariamente a nuestros miembros y amigos de la comunidad negra, mulata e indígena, canalizando todo lo que podamos –incluyendo lo que hemos aprendido juntos sobre la causalidad del sufrimiento y de la curación –para transformar nuestra sociedad violentamente racista en un campo de despertar compasivo que ampare a todos, especialmente a las comunidades oprimidas y marginadas.

Si bien esta es claramente una misión que sobrepasa cualquier vida individual, sabemos que todo cambio colectivo refleja cambios individuales concertados. Simplemente escuchando las voces de nuestros miembros y amigos de la comunidad negra, mulata, indígena y asiática, vemos que hay vidas enteras de trabajo para cada uno de nosotros. Inspirado por los miembros de nuestro Comité de Inclusión, creo que el trabajo puede y debe comenzar en nuestros propios corazones, mentes y vidas; y que luego debe continuar usando nuestra ubicación social, incluida la sabiduría y las artes curativas que hemos recibido de la tradición de Nalanda, para ponernos a nosotros, nuestras familias, y nuestro entorno profesional y social al servicio de un cambio radical y estructural de nuestra manera colectiva de ser y de vivir.

A aquellos de vosotros que pensáis que un cambio social tan progresista tiene poco que ver con la espiritualidad, especialmente con la sabiduría psicológica no violenta del budismo, os pido respetuosamente que reflexionéis de nuevo. Shakyamuni no solo era un genio psicológico sino también un genio social. Sabía que la curación personal requería un espacio social de curación dentro del sistema racista de castas de la antigua India. Y sabía que transformar la sociedad militante de la India requeriría la transformación colectiva de una “comunidad sin hogar” (biksu-samgha) de individuos oprimidos y marginados de todas las razas, clases, géneros y religiones. Su mayor legado social fue crear y dar forma a esa comunidad autosuficiente como refugio para todos los que necesitan un espacio social seguro para sanar, aprender y cambiar. La historia subsiguiente de la India y Asia budistas demostró la sabiduría de este activismo no violento.

De hecho, el triunfo de la comunidad no violenta e inclusiva del Buda en India y Asia se erige como una poderosa demostración de la verdad de su fe radical en nuestro potencial humano para la sabiduría imparcial y la compasión. Utilizando las herramientas contemplativas de la autoinvestigación intersubjetiva, la calma sistemática de la mente y el cerebro, y el cultivo de un corazón espontáneamente amoroso, el método de curación de Shakyamuni transformó efectivamente la inteligencia colectiva de Asia alejándola de la violenta segregación “yo-tú”, “nosotros-ellos” hacia una cultura no violenta de todos nosotros contra nuestros enemigos internos comunes: el engaño de la segregación, y la codicia y el odio destructivos que envenena a todas las personas y sociedades humanas, especialmente a la cultura colonial blanca que mató a tantos millones de personas no blancas de todo el mundo, incluido George Floyd.

Shakyamuni no era solo un genio psicológico sino también un genio social. Sabía que la curación personal requería un espacio social de curación dentro del sistema de castas racista de la antigua India.

Entonces, si queremos evitar psicologizar, intelectualizar, mercantilizar y despolitizar la cultura liberadora no violenta del budismo, debemos seguir a líderes como Rev angel Kyodo williams, Jasmine Syedullah, Lama Rod Owens, Sebene Selassie, Ruth King y Larry Yang abriendo un diálogo práctico entre los enfoques budista y occidental de la transformación social. De hecho, este diálogo comenzó mucho antes de nuestro tiempo, cuando el Dr. Martin Luther King estudió la versión hindú moderna de la resistencia social budista de Gandhi junto con sus compañeros activistas, el místico católico Thomas Merton, el activista de paz budista vietnamita Thich Nhat Hahn, el teólogo y activista judío Abraham Joshua Heschel y más adelante el activista musulmán negro Malcolm X.

Dadas las trágicas pérdidas y los reveses de los últimos días, meses y años, parece haber pocas esperanzas de un cambio estructural antirracista en nuestro tiempo. Esta puede ser otra razón por la cual ahora es el momento –como individuos y como comunidad— para seguir a nuestros líderes de color en su adaptación del legado budista de la resistencia no violenta para ayudar a sostener nuestro trabajo antirracista actual. Para ser real, nuestra transformación debe ser parte de una mayor transformación de la sociedad, mientras que cualquier gran cambio social debe basarse en nuestro cambio personal interno. Por lo tanto, ahora todos necesitamos trabajar más dura y ampliamente, incluso mientras plantamos semillas para que este trabajo esencial continúe a través de las generaciones.

Personalmente, ya que recibí la tradición del cambio interno y externo concertado de Nalanda como parte de mi privilegio, he comenzado a renunciar a cualquier noción de “mi práctica contemplativa” o sus “frutos” como “mi práctica personal” o “mi fruición.” En cambio, me he comprometido a que cada meditación y cada pensamiento, palabra y acto cotidianos sean lo más “nuestros” posible, y los dedico especialmente a ayudar a los oprimidos a encontrar seguridad, abundancia, compasión y despertar completo. Además, me he comprometido a trabajar estrechamente con nuestro Comité de Inclusión para continuar entretejiendo la educación y el entrenamiento en la diversidad, equidad e inclusión de nuestra facultad y programas del Instituto Nalanda, con la esperanza de fomentar una comunidad de aprendizaje que sea verdaderamente inclusiva y que crezca hacia la liberación colectiva y el despertar.

A vosotros, nuestros fantásticos alumnos graduados y miembros queridos de la comunidad, y a todos los que leáis esto, os pido por favor que os unáis a mí y hagáis todo lo posible para lograr un cambio no solo para vosotros y vuestros seres queridos, sino para toda nuestra comunidad multirracial, multicultural, multigénero y de diferentes capacidades. Que el legado del Buda de 2500 años de lenta transformación del Asia precolonial nos inspire a persistir durante nuestro sufrimiento colectivo y a trabajar incansablemente hasta que despertemos a todo nuestro planeta arcoíris.